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Lectura espiritual – Martes Santo

Martes_Santo

Martes_Santo

Satanás toma posesión de Judas

Tras este pan, pues, entró Satanás en el traidor del Señor para poseer más plenamente al que le había sido entregado, al cual había entrado primeramente para engañarlo. En efecto, en él estaba cuando se dirigió a los judíos y llegó a un acuerdo sobre el precio de entregar al Señor, porque el evangelista Lucas testifica clarísimamente estas cosas y dice: Ahora bien, entró Satanás en Judas, al que se daba el sobrenombre de Iscariote, uno de los doce; y fue y habló con los príncipes de los sacerdotes(Lc. 22,3-4). He ahí dónde se muestra que Satanás había ya entrado en Judas. Primeramente, pues, había entrado metiendo en su corazón el plan con que entregaría a Cristo —de hecho, con tal actitud había ya venido a cenar—; ahora, en cambio, tras el pan entró a él no para tentar aún a alguien ajeno, sino para poseer a quien le era propio.

El pan mojado no fue la eucaristía

Ahora bien, Judas no recibió entonces el cuerpo de Cristo, como suponen algunos que leen negligentemente. En efecto, ha de entenderse que, como san Lucas narra evidentísimamente, el Señor había ya distribuido el sacramento de su cuerpo y sangre a todos ellos, donde estaba también Judas mismo(Cf. Lc. 22, 19-21), y que después se llegó a esto donde, según la narración de Juan, el Señor, mediante el bocado empapado y ofrecido, pone en evidencia a su traidor, tal vez para significar mediante el empapamiento del pan el fingimiento de aquél. En efecto, no todo lo que se empapa se lava, sino que algunas cosas se empapan para corromperse. Pues bien, si el empapamiento significa aquí algo bueno, no inmerecidamente la condena siguió al ingrato a ese mismo bien.

Se entregó por nosotros

Sin embargo, aún faltaba a Judas, poseído no por el Señor, sino por el diablo, ya que, hombre ingrato, el pan le había entrado al vientre, a la mente el enemigo; aún, repito, le faltaba el efecto pleno de ese mal tan grande concebido ya por el corazón, cuyo condenable afecto había ya ido por delante. Así pues, como el Señor, el Pan vivo, hubiese entregado el pan a un muerto y, entregando el pan, hubiese dejado en evidencia al traidor del Pan, afirma: Lo que haces, hazlo muy pronto. No preceptuó un crimen, sino que predijo a Judas un mal, a nosotros un bien. En efecto, ¿qué peor para Judas y qué mejor para nosotros, que Cristo entregado por él contra él, en favor nuestro, excepto él? Lo que haces, hazlo muy pronto(Jn. 13,27). ¡Oh palabra de uno preparado con mejor gana que airado! ¡Oh palabra que no tanto expresa el castigo del traidor cuanto significa la paga del Redentor! Dijo, en efecto: «Lo que haces, hazlo muy pronto», no tanto ensañándose en la destrucción del pérfido cuanto apresurándose a la salvación de los fieles, porque fue entregado a causa de nuestros delitos(Rm. 4,25) y amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella(Ef. 5,25). Por ende dice también de sí mismo el Apóstol: El cual me amó y se entregó a sí mismo por mí(Ga. 2,20). Si, pues, Cristo no se entregase, nadie entregaría a Cristo. Judas, ¿qué tiene sino pecado? En efecto, al entregar a Cristo no pensó en nuestra salvación a causa de la cual fue entregado Cristo, sino que pensó en el lucro del dinero y halló el detrimento del alma. Recibió la paga que quiso, pero sin quererla se le dio la que mereció. Judas entregó a Cristo, Cristo se entregó a sí mismo; aquél gestionaba el negocio de su venta, éste el de nuestra compra. Lo que haces, hazlo muy pronto, no porque tú puedes, sino porque lo quiere quien todo puede.

(Comentarios sobre el evangelio de Juan// Jn. 13,21-33)

Fuente: augustinus.it